EL SONIDO DE DIOS
Salmista Heri Hernández
El sonido del
cual queremos hablar en este capítulo es el sonido que está dentro de nosotros.
Cada vez que el pueblo de Dios gritaba para pelear contra sus enemigos, y
alababa, era porque el rugir del león de Israel se manifestaba a través de su
alabanza. Aquella alabanza desataba lo profético, en otras palabras la alabanza
determinaba el destino de Israel hacia su conquista.
La alabanza
producía cambios en la atmósfera angelical. Porque los ángeles eran y son los
que llevan las palabras para que no retornen vacías, ligados por nuestras
palabras para manifestar los resultados de nuestras alabanzas. Por eso la
muralla de Jericó cayó cuando Josué dio la orden de dar el grito, de Dios, y
las cadenas del apóstol Pablo y de Silas fueron rotas porque ante el sonido de
Dios, ante el sonido de la trompeta, se desatan los rompimientos para ver
resultados positivos y divinos.
El sonido de
Dios trastorna y confunde al enemigo de las tinieblas. Por eso cuando llegan
los momentos malos deberíamos alabar el nombre de nuestro Señor. Nuestra
alabanza levanta al Rey de reyes y Señor de señores. Cuando llega la enfermedad
el sonido de la alabanza hace que nuestra enfermedad no resista al que habla
contra la enfermedad. Somos libres cuando alabamos a Dios.
El sonido en
nosotros mueve el cielo y la tierra, y también el ámbito espiritual. El sonido
es importante porque establece orden en el reino de Dios. El sonido nos prepara
y nos advierte. Pero casi siempre el sonido es para prepararnos para un
rompimiento, una bendición, un milagro y una palabra.
El día de
Pentecostés se oyó un sonido que de repente llegó del cielo como un viento que
soplaba (Hechos 2:1-2). El sonido de Dios trae sorprendentemente activaciones
espirituales del Espíritu Santo. El sonido de Dios es como cuando cae una bomba
nuclear en alguna parte de la tierra; al caer y explotar los rayos nucleares y
radioactivos destruyen todo lo que está en su camino por miles de millas.
El sonido de
Dios desata lo profético a través de nuestra alabanza, que es como una bomba
nuclear abriendo camino en aquello que era imposible abrir.
Isaías 42:12 al
14 habla sobre la importancia de alabar a Dios. La alabanza hace que Dios se
levante y salga como gigante a nuestro favor. El celo de Dios se despierta
porque la alabanza lo enamora, y Él toma celo porque es el único amado entre
las naciones.
Cuando Dios
escucha nuestra alabanza de amor y reconocimiento no solamente se levanta sino
que grita, vocea y se esfuerza sobre sus enemigos. Este es el tiempo donde la
alabanza hace que Dios no calle, ni guarde silencio, ni se detenga; Dios dará
voces como la mujer que está de parto. La alabanza hace que Dios asole y devore
la circunstancia que tú enfrentas.
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